Ninguno de los catastrofistas escenarios que amenazaban a la Unión Europea en materia energética hace solo un año se ha materializado. En la primavera de 2022, tras la invasión de Ucrania, los precios del gas, la electricidad y el petróleo aceleraban las subidas que llevaban meses registrando y hacían temblar a gobiernos, empresas y hogares.
Bruselas anunciaba entonces programas de ahorro y eficiencia energética, de desarrollo masivo de renovables y de diversificación de fuentes para intentar sobrevivir a un invierno sin buena parte de los productos procedentes de Rusia, su principal proveedor de energía.
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