El petróleo no se va a terminar. Ni en 2030 ni en 2050 ni en 2100. Por mucho que lo repitan, por mucho que lo escriban y por mucho que traten de intimidarnos. Llevamos décadas escuchando que el petróleo se acaba, pero la realidad es que las reservas de petróleo no paran de aumentar y tenemos más petróleo que nunca en la historia. ¿Por qué sucede esto? Porque la explotación de los recursos naturales no depende únicamente de que los encuentres, sino de que sus costes de extracción sean competitivos. El desarrollo tecnológico se encarga de ambas cosas: por un lado, nos permite encontrar nuevos yacimientos; por otro, hace que yacimientos antaño costosos sean ahora más baratos de explotar. Esto es lo que ha sucedido en Estados Unidos, donde se han triplicado las reservas de gas en apenas veinte años gracias a la tecnología del fracking, que antaño era impensable.
Los agoreros de los discursos apocalípticos nos dicen, sin embargo, una y otra vez, que los combustibles fósiles están dando signos de agotamiento. Hay quien afirma, incluso, que las políticas de decrecimiento que se quieren establecer son, precisamente, para hacer frente a la escasez de combustibles fósiles en los próximos años. No son más que teorías de la conspiración que no se sustentan en base sólida alguna.
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